
11 Abr El precio de ser (siempre) sincero
La sinceridad es, por definición, un rasgo positivo de nuestra personalidad. Remite a cualidades como la honradez, la transparencia… Pero no siempre es así. Es decir, no es que ser sincero represente un defecto en sí mismo, pero puede albergar muchos inconvenientes.
-Decir lo que pensamos puede resultar un hándicap en determinadas situaciones. Pensemos en un proceso de selección de personal para un trabajo. Es posible que un exceso de sinceridad pueda resultar contraproducente. Hay que tener en cuenta que muchas otras personas -que pueden ser rivales en este tipo de situaciones- no lo son, y pueden jugar con esa ventaja de no contar u opinar sobre todo a lo que la persona ‘sincera’ está dispuesta.
-Puede ser una fuente de insatisfacción. Es ingenuo pensar que, si nosotros mantenemos una actitud transparente y dotamos de sinceridad a nuestros actos y palabras, el resto ha de correspondernos por igual. Quizá debiera ser así, pero en demasiadas ocasiones no lo es.
-A veces la sinceridad puede rozar los límites de la mala educación. Debemos ser sinceros con aquellos que nos lo piden, o con los que creemos pueden encajar ‘deportivamente’ nuestras opiniones abiertas, francas. Pero uno no quiere que todo el mundo sea sincero con él. Porque sencillamente no se lo ha pedido. O no lo espera. Todo se puede resumir en una frase: “Sinceridad espero de las personas que valoro y aprecio. Al resto, sólo les pido educación y respeto”.
– Las mentiras piadosas pueden ser mucho mejores que las sinceras. Se trata, al fin y al cabo, no ya de mentir, sino en muchas ocasiones de ocultar la verdad o algunos detalles de la misma. Pensemos, por ejemplo, en las situaciones en las que debemos dar una mala noticia a una persona querida a la que podemos dejar destrozada (un accidente, la existencia de una enfermedad terminal…). En ocasiones es conveniente ‘maquillar’ esa verdad. O, como ejemplo, más trivial: si alguien nos pide opinión sobre qué nos parece su nuevo coche o -más comprometido aún- su renovado aspecto físico.
Lo suele decir el prestigioso psicólogo Rafael Santandreu: «para estar a gusto con uno mismo hay que decirse siempre la verdad, pero para estar bien con los demás, no».
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